miércoles, 26 de marzo de 2025

Barreras Silenciosas

En la vereda de sueños olvidados,

se erigen muros que el sol ha tocado,

construcciones frías, y sin compasión,

que ciegan caminos, que tapan la razón.


Un escalón cruel se alza en el paso,

un umbral que excluye, un hondo fracaso.

Las puertas selladas de un mundo ansioso,

olvidan que todos merecen un gozo.


Bancos altos, senderos quebrados,

los ecos de risa no son bienvenidos.

La rampa ausente, el letrero oculto,

dibujan un mapa donde todo es tumulto.


Personas con sueños, miradas perdidas,

buscando su sitio entre sombras e heridas.

Las manos extendidas, los corazones,

claman por espacios que rompan prisiones.


Que el ladrillo hable de inclusión sincera,

un puente que une, una voz verdadera.

Que cada rincón sea hogar y abrazo,

donde no haya barreras, solo amor en la plaza.


Así, juntos soñemos un mundo más justo,

un lugar donde cada camino sea nuestro,

donde las estructuras sean alas ligeras,

y en lugar de muros, florezcan quimeras.

J. Plou

lunes, 24 de marzo de 2025

El Relevo de las Estaciones



Hoy empieza la primavera, un susurro,

pero el invierno aún se aferra al suelo,

con sus nubes grises y su hielo,

negándose a entregar su frío oscuro.


Cuando el sol despierte, ardiente y puro,

¿quién deshará este manto, este duelo?

Las flores esperan en su bello anhelo,

mientras un viento nuevo haga su apuro.


Nubes errantes, marchad con prisa,

dejad paso al Sol, al canto y al brillo,

que la vida renace, danza y se eterniza.


El invierno no quiere dar el relevo:

Hoy la primavera debería cantar con sonrisa,

y el Sol despertar en su mágico destello.

J. Plou

miércoles, 12 de febrero de 2025

El Sexo Ya No Es Necesario: La Evolución de una Relación



A lo largo de las diferentes etapas de una relación de pareja, es común que las prioridades y necesidades cambien. En un inicio, el deseo físico puede ser el motor que impulsa la conexión entre dos personas. Sin embargo, con el tiempo y el fortalecimiento del vínculo emocional, se puede llegar a la conclusión de que el sexo ya no es el eje central de la relación. Este fenómeno puede ser liberador y transformador, brindando espacio para un tipo de intimidad diferente.

La Importancia de la Unión Sentimental

La unión sentimental se basa en la conexión emocional profunda que se establece entre dos personas. Este tipo de conexión va más allá de lo físico; se nutre de la confianza, el respeto mutuo y el amor verdadero. Valorar esta unión puede llevar a una relación más sólida y satisfactoria. Los momentos compartidos, las conversaciones profundas y la complicidad se vuelven más significativos que la relación sexual.

Cambios en la Percepción del Sexo

Para algunas personas, la percepción del sexo puede cambiar a medida que evolucionan emocionalmente. Pueden comenzar a valorar más la compañía, la comunicación y la empatía que el acto sexual en sí. Esto no significa que el sexo sea irrelevante, sino que su papel dentro de la relación ha cambiado. La intimidad emocional puede incluso enriquecer la vida sexual de una pareja, proporcionando una base más firme para explorar nuevas dimensiones de la relación.

La Comunicación Abierta

Es fundamental que ambas partes estén en sintonía respecto a este cambio en la relación. La comunicación abierta y honesta se convierte en la clave para entender las necesidades y deseos de cada uno. Hablar sobre el significado del sexo y la importancia de la conexión emocional puede fortalecer la relación y evitar malentendidos. Es esencial abordar este tema sin tabúes, dejando claro que el amor y la unión sentimental son ahora lo prioritario.

Conclusión

Decidir que el sexo ya no es necesario para mantener una relación sana y feliz es un paso significativo que puede conducir a una mayor profundidad emocional y satisfacción mutua. Al valorar la unión sentimental por encima de las necesidades físicas, se abre un espacio para un tipo de amor más auténtico y duradero. Al final, lo que importa es la conexión que se crea, y esta puede ser mucho más que solo una atracción física.

J. Plou

con ayuda de: IA

miércoles, 5 de febrero de 2025

Mi nieto saltarin



En un soleado día de verano, el parque de atracciones "Portaventura" estaba lleno de risas y alegría. Las familias se divertían en las montañas rusas y disfrutaban de las deliciosas golosinas. Sin embargo, en un rincón especial del parque, un grupo de artistas preparaba un espectáculo único que atraía la atención de todos. Entre ellos estaba Iker, un joven de 20 años que había encontrado su pasión en el parkour.

Iker había comenzado a practicar parkour cuando solo era un niño. Desde aquel entonces, había recorrido un largo camino. Era un artista saltarín que movía su cuerpo con gracia y agilidad, como si fuera una hoja llevada por el viento. Su habilidad para saltar muros, escalar estructuras y ejecutar acrobacias llamaba la atención de todos.

Una tarde, mientras Iker ensayaba sus movimientos en el escenario, su abuela Pilar llegó para verlo. Era una mujer cariñosa, siempre apoyando a su nieto en sus sueños. "¿Cómo va todo, Iker?", le preguntó con una sonrisa. 

"¡Hola, yaya! Estoy practicando un nuevo salto para el espectáculo de mañana. Quiero sorprender a todos", respondió Iker, con una mirada llena de determinación.

La yaya Pilar y el yayo José, se sentaron en un banco cercano, observando a su nieto con admiración. Para Iker, sus abuelos eran su mayor fuente de inspiración. Le habían enseñado la importancia de perseguir los sueños, sin importar cuán difíciles parecieran.

Mientras Iker realizaba saltos y giros, se dio cuenta de que había algo especial en su actuación. Tenía que darlo todo ese día, ya que no solo era una presentación para el público, sino también para demostrarle a sus abuelos cuánto significaba su apoyo para él.

Conforme pasaban las horas, el parque se llenó de gente. El espectáculo estaba a punto de comenzar, y los corazones de los artistas palpitaban de emoción. Iker se unió a su grupo, compuesto por otros  artistas y alguno de ellos, también eran expertos en acrobacias.

El espectáculo comenzó, y el público aplaudía y vitoreaba al ritmo de la música. Iker, sintiendo la energía, salió al escenario junto a sus compañeros. Al primer salto, el aliento de todos se contuvo; Iker saltó con tanta elegancia que parecía flotar en el aire. Su corazón latía rápidamente, pero después de cada salto, su confianza aumentaba.

Conforme avanzaba la actuación, Iker comenzó a experimentar momentos de pura adrenalina. Saltó entre plataformas, corrió por muros y realizó giros espectaculares que dejaron al público boquiabierto. La gente aplaudía entusiasmada, y él podía escuchar a su abuela animándolo desde la multitud: "¡Vamos, Iker! ¡Eres el mejor!"

Al final del espectáculo, cuando los artistas recibieron una ovación prolongada, Iker se despidió del público con un gesto de agradecimiento. Corrió hacia su abuela, quien lo abrazó fuertemente. "¡Lo hiciste increíble, Iker! Estoy tan orgullosa de ti", exclamó Pilar, las lágrimas de felicidad brillaban en sus ojos.

Iker se sintió en la cima del mundo. "Gracias, abuela. Todo esto es gracias a ti. Siempre me has inspirado a volar alto", le respondió, sintiendo que el amor y el apoyo de su abuela lo habían llevado a superar sus límites.

Ese día, mientras las luces del parque titilaban y el aire se llenaba de risas, Iker comprendió que su verdadera recompensa no era solo la ovación del público, sino el orgullo y el amor de su familia. Aventura tras aventura, siempre llevaría consigo la fuerza de esos momentos compartidos, llevando él mismo el arte del parkour a nuevas alturas.

Y así, la historia de Iker, el joven artista saltarín, continuó. Con cada salto, cada giro y cada acrobacia, él se convertía no solo en un maestro del parkour, sino en un símbolo de perseverancia, amor y el valor de seguir los sueños.

J. Plou

martes, 4 de febrero de 2025

Sabores de Amistad



Era una noche templada en Vila-seca, y el murmullo de las risas y las conversaciones llenaba el aire del restaurante "Melvin". Las luces colgantes creaban un ambiente acogedor, mientras los aromas de los aperitivos,  se entremezclaban con el sonido de los cubiertos al chocar. Era el lugar elegido por cinco amigos de toda la vida: Ángel, Vicente, Paco, Ramón y Miguel.

Cada uno llegó en momentos diferentes, cargados de historias nuevas que contar. Ángel fue el último en llegar; su rostro reflejaba la alegría de un viaje reciente. "¡No os lo vais a creer! Vengo de un festival de música en la playa", Todos nos acercamos para escuchar sus relatos.

Vicente, siempre se rió entre dientes. "Espero que no hayas perdido la cartera esta vez", dijo, recordando aquella anécdota de hace años, donde Ángel había estado tan absorto disfrutando que olvidó su cartera. Todos nos reimos, y los recuerdos fluyeron como el vino que empezaba a circular por la mesa.

Paco, con su inconfundible forma de calmar los ánimos, interrumpió: "No importa si la perdió o no, lo que cuenta es que volvió". Todos callamos, sabiendo que en el fondo, eran situaciones incómodas. El camarero se acercó para tomar su pedido, y eligieron platos que evocaban la esencia de su amistad: tapas variadas, algo de marisco, y, por supuesto, una buena botella de vino tinto.

A medida que la comida llegaba a la mesa, Ramón, el artista del grupo, comenzó a hablar sobre un proyecto que tenía entre manos. "Estoy pintando un mural en la comunidad", dijo, sus ojos brillando de emoción. "Quiero capturar la esencia de nuestra cultura, de lo que somos". Vicente lo miró con seriedad; “Tienes que incluirnos en el mural”, bromeó, “seremos los héroes anónimos de tu obra”.

Miguel, como siempre el eterno ausente, lo recordamos. Yo pensé: “¿Qué pasará cuando ya no estemos juntos?”. Sin embargo, decidí guardar ese sentimiento. Esa noche era para disfrutar.

La cena avanzaba, cada bocado compartido intensificaba la camaradería. Se pasaban historias antiguas y anhelos futuros, hasta que las palabras comenzaron a desdibujarse en un vaivén de alegría. Pero justo cuando la conversación alcanzaba su clímax, una joven en una mesa cercana comenzó a tocar una guitarra. La melodía, dulce y suave, sirvió como telón de fondo a las risas. Vicente, al darse cuenta, propuso un brindis.

"¡Por nosotros, por la vida y por todas estas historias que aún nos faltan por vivir!", levantó su copa con firmeza.

Cuando las copas chocaron, cada uno sintió en su corazón la promesa de nuevos recuerdos, de aventuras por venir. Y aunque el futuro fuera incierto, esa noche, rodeados de los sabores de la amistad y la música, sabían que siempre tendrían ese rincón especial en sus vidas, donde todo comenzaba y nunca terminaba.

J. Plou

lunes, 3 de febrero de 2025

El Muro de la Injusticia: Una Reflexión sobre la Frontera con México



La frontera entre México y Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo un símbolo de separación, un muro que va más allá de su construcción física; representa la injusticia, la xenofobia y una profunda falta de empatía hacia el prójimo. Este contexto no solo afecta a aquellos que intentan cruzar en busca de una vida mejor, sino que también refleja una ideología que discrimina y deshumaniza.


Desde su inicio, la construcción del muro ha sido un tema polémico. Se ha argumentado que protege la seguridad nacional, pero en realidad, este argumento se utiliza a menudo para justificar políticas discriminatorias. La idea de que "los extranjeros son la amenaza" alimenta un ciclo de odio que no solo se dirige hacia quienes cruzan la frontera, sino que también se manifiesta en la sociedad estadounidense, donde el miedo y la desconfianza hacia los inmigrantes crecen día a día.


La xenofobia se alimenta del desconocimiento y los estereotipos. Aquellos que buscan una vida digna son etiquetados como criminales o parásitos, ignorando las complejidades detrás de su migración. Muchos dejan atrás sus hogares debido a la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades. Al construir un muro, no solo se erige una barrera física, sino también una barrera emocional que divide familias y comunidades.


Esta injusticia trasciende las fronteras geográficas. Al cerrar las puertas a quienes huyen de situaciones desesperadas, se perpetúa un ciclo de sufrimiento. Las historias de aquellos que han perdido la vida en su intento por cruzar son un recordatorio escalofriante de las consecuencias de estas políticas. Ellos son seres humanos con sueños y aspiraciones, no números en una estadística.


La necesidad de un enfoque más humano y solidario es imperiosa. La verdadera seguridad no se logra mediante paredes, sino a través de la cooperación y el entendimiento. Los muros pueden dividir territorios, pero no pueden borrar la historia compartida ni la interconexión cultural.


En conclusión, el muro en la frontera con México es un reflejo de una injusticia arraigada en la xenofobia y el miedo. Es necesario replantear nuestra visión sobre la migración y trabajar hacia un futuro donde la solidaridad y la empatía prevalezcan sobre el temor y la división. Solo así podremos construir puentes en lugar de muros y avanzar hacia una convivencia más justa y humana.

J. Plou 

Con ayuda de la IA


domingo, 26 de enero de 2025

Pasteles con poemas

 *El Reino donde los Pasteles tenían Poemas*  

En el pequeño reino de Calibruxo, donde los gatos hablaban en haikus y las nubes olían a canela, vivía la princesa Pili, a quien todos llamaban Narnia porque, según decían, "tenía un mundo entero detrás de los ojos". A sus cuarenta y siete años, Narnia prefería trepar a los olivos centenarios antes que atender a embajadores, y coleccionaba botellas de vino vacías para convertirlas en lámparas de colores. Su único compromiso real era huir cada tarde al taller de su amiga Bea, una artesana que tejía bufandas con hilos de aurora boreal y tallaba flores en madera de barcos naufragados.  

—Si tejer no fuera arte, sería conspiración —decía Bea, mientras Narnia pintaba dragones en las ventanas del taller—. Cada puntada es un plan para derrocar lo aburrido.  

El príncipe Antonio, prometido de Narnia por un tratado de paz firmado siglos atrás, era calvo como una esfera de cristal y llevaba una capa bordada con lunas menguantes. Lo llamaban Azul no por romántico, sino porque una vez se tiñó la barba de ese color para impresionar a Narnia y el tinte nunca se fue. Aunque le temblaban las rodillas cada vez que hablaba en público, tenía un don: sus abrazos curaban el hipo y la melancolía.  

Los hermanos Marc e Iker, sus "súbditos oficiales", eran tan distintos como el fuego y el arcoíris. Marc, de catorce años y pelo revuelto, era un busca vidas: vendía mapas falsos del tesoro, organizaba carreras de caracoles en el salón del trono, y una vez escondió queso rancio en los calderos de los guardias. Iker, unos años mayor que Marc, no caminaba: saltaba, giraba, y a veces se quedaba dormido colgado de una viga del techo. —¡La gravedad es una mentira!— gritaba, mientras daba volteretas sobre el estanque de las carpas koi.  

El rey Plou, padre de Narnia, escribía poemas en lugar de leyes. Los recitaba al amanecer desde el balcón más alto, con una túnica de terciopelo verde y un loro posado en el hombro que añadía rimas absurdas. "Oh, luna en cuarto creciente, / tu brillo es como el diente / de un lobo con caries…". La reina Pilar, en cambio, gobernaba los fogones: sus suflés de queso hinchaban hasta el techo, sus sopas curaban resfriados, y sus magdalenas tenían notas secretas escritas en miguitas.  

Una tarde, el caos llegó disfrazado de travesura: Marc convenció a Iker de "prestar" las esculturas de madera de Bea para decorar una trampa que había inventado para atrapar duendes (que en realidad eran marmotas con sombreros). Pero algo salió mal: las figuras cobraron vida, confundidas por el polvo de estrellas que Bea usaba para barnizar, y comenzaron a pasearse por el castillo recitando poemas del rey Plou en voz alta. Un caballo de roble declaró su amor a una silla del comedor, y un pájaro tallado en pino se bebió todo el vino de la despensa.  

—¡Esto es un golpe de estado artístico! —gritó Narnia, conteniendo la risa mientras Antonio intentaba abrazar al caballo de madera para calmarlo.  

La solución vino en equipo: Bea tejió una red con hilos de atardecer para atrapar a las criaturas, Iker saltó hasta el tejado para recuperar al pájaro borracho, y el rey Plou improvisó un poema tan malo que las figuras se paralizaron de terror. La reina Pilar selló la paz con una cena de albóndigas gigantes rellenas de versos, y Marc, castigado a limpiar el establo durante una semana, juró (mentira) que no volvería a tocar nada que tuviera alma.  

Al final, Narnia y Antonio se sentaron en el jardín, compartiendo una magdalena que decía "El amor es calvo y azul" en migas doradas.  

—¿Alguna vez te arrepientes de no tener un príncipe… normal? —preguntó él, mirando sus botas.  

Ella le lanzó una corteza de pan con mermelada a la cabeza.  

—¿Y tú de no tener una princesa que sepa estarse quieta?  

Antonio se rió, y por primera vez, no se ruborizó.  

*Moraleja: Los reinos perfectos son aquellos donde el caos se cocina a fuego lento, los poemas riman mal a propósito, y la familia es un equipo de locos que baila en lugar de caminar.

Antonio Pérez (Mi yerno)

martes, 7 de enero de 2025

No era yo



Nadaba yo en el mar y era muy tarde, justo en ese momento en que las luces flotan como brasas de una hoguera se se está apagando y en el agua se queman las preguntas, los extraños silencios.

Había decidido nadar hasta la boya roja, la que se esconde como el sol al otro lado de las barcas.

Muy lejos de la orilla, solitario y perdido en el crepúsculo, me adentraba en el mar sintiendo la inquietud que me conmueve cuando me adentro en un poema o en una noche larga de amor.

Y de pronto la vi sobre las aguas; una mujer mayor, de cansada belleza y el pelo blanco recogido, se me acercó nadando con brazadas serenas, parecía venir del horizonte, al cruzarse conmigo, se detuvo un momento y me miró a los ojos: no he venido a buscarte, no eres tú todavía.

Me despertó el ruido de una moto que cruzaba la calle con desesperación. Era media mañana, el cielo estaba limpio y no se movía la bandera.

Bajé a desayunar a la terraza del paseo marítimo y contemplé el bullicio de la gente, el mar en calma como una balsa, los cuerpos dorándose bajo el sol.

Eché una ojeada al periódico de la mañana y el nombre del ahogado no era el mío.