miércoles, 17 de febrero de 2021

Discurso del duque de la Torre (1865)


Discurso pronunciado por el señor duque de la Torre en las sesiones del Senado de 20 y 26 de Enero de 1865, en la parte referente a las islas de Cuba y Puerto-Rico.

Las provincias ultramarinas, señores senadores, ¿no merecen un recuerdo en el discurso de la Corona? Pues qué, la indigna trata, ese borrón que todavía tenemos sobre nosotros, ese baldón para la nación española, ¿no merece tratarse? Y en esto , para que vea el Gobierno que no sólo dirijo yo ataques á los enemigos, sino también a los amigos cuando lo merecen, tengo que hacer un cargo a mi amigo, a mi querido amigo el señor duque de Tetuan.
Estando yo de Capitán general en Cuba, propuse cuatro veces que la trata se declarase piratería. ¿Y por qué dije esto? Porque si se declara piratas a los que roban efectos y barcos, el que coge hombres para ser esclavos contra su voluntad, creo que también podía declarársele pirata. Pero tuve el sentimiento de recibir las comunicaciones más románticas y sentimentales , y nunca facultades para adoptar terribles medidas, como son necesarias para acabar con la trata. 
Pues bien: ya que entonces no se hizo, ¿porque no se hace ahora? Ya que se ve este mal, ¿por qué no se aplica el remedio?  Y no se empeñe el señor  ministro de la  Gobernación en hacer por esto un cargo al señor duque de Tetuan, ni a los gobiernos que le sucedieron, al del señor marqués de Miraflores, en el cual había el hombre más competente quizá para tratar de estas cuestiones, ni a los demás Gobiernos. Yo he hecho esta indicación sobre este punto en la discusión presente, porque no he querido dejar de nombrar la persona de mi amigo el señor duque de Tetuan, porque tenia ocasión de hacerlo, y además para demostrar mi imparcialidad. 
Desde que dejé el mando de la isla de Cuba me he propuesto no intervenir en los asuntos ni en nada que tenga relación con aquellos países; yo sé lo que perturba a aquellas autoridades y la consideración que les quita el que haya personas que se ocupen de las cosas que allí sucedan y que no sean el Gobierno. No hay nada más perturbador, más perjudicial que las personas allegadas al Ministerio, aunque experimentados conocedores y amantes de aquellos países, quieran influir en las cosas acontecidas en ellos. 
Lo que hay que hacer es dejar al Ministerio que gobierne, y a las autoridades de  países a que me refiero que estén desembarazadas para obrar lo que tengan por conveniente.
Esto me he propuesto yo y lo he cumplido, y sólo en esta ocasión solemne me atrevo a nombrar las provincias ultramarinas.
Pero ¿no es tiempo ya de que se hagan á esas provincias las concesiones que reclama el progreso y los adelantos de los tiempos, de hacer que la isla de Cuba deje de ser un mercado oficial de nuestras harinas en perjuicio de aquellos habitantes, que apenas comen pan la tercera parte de la población; de que recibamos los azúcares que allí se producen como se reciben de algunas de nuestras provincias? ¿Estamos en el caso de tener tan recargada el azúcar y que de dos millones de cajas de ese artículo que produce
aquel país, sólo se consuman 90.000? Un Gobierno previsor, ¿no ha de ocuparse de esto? Creo, señores, que estamos ya en el tiempo de tomar todas esas medidas. 
Concesiones administrativas. Habiéndose visto por la experiencia
que la elección de Ayuntamientos, en lugar del nombramiento por el Gobierno y autoridades, ha producido excelentes resultados, no se que razón hay para no llevar allí la administración provincial de la nación, no popular enteramente, porque en aquellos países en que hay distintas razas es menester que esas cosas se hagan con estudio; pero yo creo que el señor ministro de Ultramar, que tiene conocimientos especiales en esta materia y una inteligencia superior, habrá pensado en eso. Y voy al punto cardinal. Yo, señores, creo que es convenientísimo, que es urgente, que es ya necesario que aquellos honrados y leales españoles, amantes de la Reina como el que más y de su patria, interesados como el que más en la prosperidad de España, es ya ocasión de que vengan aquí con sus diputados, a hacer  valer sus quejas, a  representar sus intereses,
a hacernos conocer todo aquello que es, que valen y pueden ser. 
Lo que es de la isla de Cuba, que yo conozco algo, no tanto como otros señores, tiene un presupuesto de ingresos de 600 millones de reales; y me parece que un país que produce eso, merece la consideración y no merece ser excluido y aun incapacitado de tomar parte en la vida y en los goces públicos. . . . . . . . » 

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