domingo, 31 de marzo de 2019

Prim y su limpia-botas

En la época en que el General Prim era Presidente del Consejo de Ministros, tuvo necesidad de ir a Toledo; sin más compañía que un ayudante, tomó el tren y se trasladó a la antigua Ciudad.
Había llovido copiosamente, y distraído el General metió un pie en un charco; hizo una demostración de disgusto, pero casualmente pasaba un limpia-botas, que al notar lo ocurrido, se disparó solícito ofreciendo sus servicios, que fueron aceptados. Poco después, complacido el General, mirando su reluciente calzado, decía sonriendo a su ayudante:
—¿Sabe V., Capitán, que este muchacho merecía ser de la Academia Española, o por lo menos Alcalde de Barbate?
—¿De la Academia?
— Sí, porque ya lo ve V.: limpia, fija y da esplendor.—Y volviéndose al muchacho le dijo: 
—Bien, chico; ahí tienes una peseta.
Pero el joven hizo un gesto de disgusto y rechazó, aunque respetuosamente, la moneda...
—¡Cómo!... exclamó Prim—¿no consideras remunerado tu trabajo con cuatro reales ?
—Mucho que sí, mi General; nunca he cobrado tanto por limpiar un par de botas; mas prefiero no cobrar un céntimo, pues me basta con el honor de haber podido ser útil al héroe de los Castillejos.
—Está bien, repuso el caudillo, y sacando de su petaca dos habanos, añadió: ¿Creo que no renunciarás estos cigarros?—¡ah! sí, los acepto; fumaré uno y guardaré el otro como una reliquia, exclamó el limpia-botas, y si V. E. no lo llevara a mal desearía también que me permitiese hacer constar que he tenido la honra de sacar lustre a su calzado.
—Sí, hombre, que conste,—repuso Prim riéndose y alejándose.
Pocas semanas después, encontrándose el General en el despacho de la Presidencia del Consejo de Ministros, entraba uno de sus ayudantes para decirle que un hombre del pueblo solicitaba le concediera audiencia, al propio tiempo que entregaba al Jefe del Gobierno la tarjeta del-visitante. Al verla Prim, no pudo reprimir una carcajada espontánea al leer en una enorme cartulina:
DESIDERIO GÓMEZ ANDÚJAR Limpia-botas de cámara expresamente autorizado del Exmo. Señor don Juan Prim, Conde de Reus,  Marqués de los Castilllejos,
Capitán General de los Ejércitos Nacionales, Presidente del Consejo de Ministros, gran cruz de Seguía la enumeración de todas las órdenes de que era título el insigne estadista.
—Que entre,—dijo Prim. 
Fue el limpia-botas afablemente recibido, entablándose el siguiente diálogo:
—Vamos a ver, Desiderio, ¿tienes algo que decirme?
—Sí, mi General; tengo que pedirle una cosa muy importante y es que abra V. E. mucho el ojo.
—¿Qué quieres decir?
—Que hay quien quisiera ver a V. E. en el otro mundo, porque V. E. le estorba en éste; quiero decir que yo he oído decir en Toledo" y en Madrid cosas que no me gustan nada, y como la vida' de V. E. hay que salvarla, he venido para decirle que es preciso que abra mucho el ojo.
— ¡Bah! no tengas cuidado; en todo caso, no sucederá más que lo que Dios quiera.
—Sí; pero ayúdate y Dios te ayudará, dice iin refrán. —Es verdad; pero... ¿qué más quieres?
—Nada, mi General. "
—Te agradezco mucho el afecto que me demuestras; pero est_a veí no me rehusarás un pequeño regalo; y sacando de su bolsillo dos monedas de oro se las ofreció al limpia-botas.
— Mi General, yo no soy de la policía para cobrar el aviso que he venido a darle; soy un amigo, un entusiasta admirador dé V. E. y eso lo soy gratis. 
Conmovido el caudillo por tanta delicadeza, permaneció un instante indeciso; mas de pronto dijo:
—¿Ah, Desiderio, que tal te parecieron los cigarros?
—Exquisito el que me fumé; el otro lo guardé para regalárselo a mi hijo.
—¡Ah! ¿tienes un hijo?
—Que va para diez meses.
—Pues... para tu hijo no puedes rehusar estos veinticinco duros que le regalo a él, no a tí ¿entiendes? y tú llévate esa caja de brevas; verás qué ricas son.
—Pero, mi General...
—Déjate de peros y déjame en paz, que tengo mucho trabajo.
Saludó Desiderio y se fué; mas al llegar al dintel de la habitación, se volvió para saludar y dijo:
—Sobre todo, mi General, mucho ojo.
Quince días después de la entrevista, era asesinado el General Prim.

Literatura hispano-americana. 9/1915, n.º 27. Pags 106 y 107

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