lunes, 11 de junio de 2018

Juventud y futuro



Felices los jóvenes. Ignoran la esclavitud de las opiniones consagradas y no sufren por los errores que otros cometieron. Pueden mirar hacia adelante sin angustias de remordimiento y esparcir semillas vírgenes en surcos nuevos, como si la historia comenzara en el preciso momento en que ellos forjan sus ensueños.
El porvenir pertenece a los que no tienen complicidad con el pasado; es necesario estar libres de prejuicios para estremecerse al contacto de ideales que incesantemente se renuevan.
Toda futura grandeza, está en manos de la juventud que estudia, preparándose a vivir intensamente una era nueva de la civilización humana. Una sola generación de estudiosos bastaría para crear una nueva moral, plasmando formas originales de arte, agregando verdades firmes al conjunto de las ciencias, inspirando la vida común en generosos preceptos de solidaridad social.
Pensar en el porvenir, con insaciable afán de perfección, es la manera más firme de preparar altos destinos a las razas nacientes. Está en formación otro mundo moral, libre de las tradiciones rencorosas que envenenan el arcaico espíritu de Europa; procuremos infundirle ideales nuestros y virtudes nuestras, cuyo conjunto constituya una etapa distinta de las pasadas en la historia de la Humanidad.
Una nueva nación debe significar algo más que un nuevo estado político. Importa una nueva cultura, un nuevo criterio para medir los valores sociales, una nueva orientación del ideal colectivo hacia conquistas propicias a la ventura de los hombres. Todo ritmo de civilización puede reducirse a términos de una fórmula sencilla: conquistar la felicidad de todos, evitando los comunes sufrimientos.
Hay que aprender de la historia, pero no siempre es bueno imitarla. Que se refugien en el ayer los hombres y las naciones cansadas, que ya no tienen mañana. Los ideales contemplativos, son propios de la senectud, para los que "cualquier tiempo pasado fue mejor" los ideales constructivos, son propios de la juventud, pues ellos deben saber que "todo tiempo por venir, será mejor". Los jóvenes deben explorar rutas desconocidas, en busca de inspiraciones y de estímulos para la vida humana: hay sistemas de sentimientos, de pasiones, de ideas, de actos, que implican anticipaciones. Quien es capaz de pensar por si mismo no se detenga a rumiar lo que otros pensaron, ya que el hombre y la sociedad son susceptibles de ilimitados perfeccionamientos.
Los que sólo piensan en el presente, son factores negativos para el porvenir. Son fuerzas eficaces los que miran alto y lejos, aunque no puedan cosechar en vida los frutos de su siembra. Hay, para los soñadores, una justicia segura, la de sus hijos, que son la posteridad. Bienvenidos los jóvenes que construyen el mañana, anelándolo, pensándolo, haciéndolo. En ellos pueden anidarse la capacidad para el trabajo y el entusiasmo para la cultura, fuentes naturales de la grandeza colectiva. Los pueblos que marcan su paso por la historia son los que ejercitan más intensamente las virtudes del pensamiento y de la acción.
El hombre que trabaja es optimista y es justo; cosecha los frutos de su huerto y respeta los frutos del esfuerzo ajeno, estimando el mérito de los otros hombres y sintiendo emoción por todos los esfuerzos. El hombre que piensa elabora los destinos comunes, sirve a su pueblo entero, preparando los ideales que lo encaminan hacia un mundo expansivo y fecundo.
Estudiar es el trabajo de la juventud, pues da inteligencia para la acción, que es la vida misma.
Descifrar la naturaleza, en las cosas que la constituyen y en los libros que la interpretan, es multiplicarse. El ritmo con que diariamente aprendemos más, la firme labor del que sabe sondear la verdad y construir la ciencia, la satisfacción del que se juzga fuerte porque sabe, frente a los que son débiles por ignorancia, elevan el entendimiento y ennoblecen el corazón, templan el carácter en la dignidad y preparan hombres cada vez menos imperfectos.
Una generación estudiosa puede marcar destinos nuevos; la civilización palpita en manos de los jóvenes. Nuestro siglo está ya cansado de viejos y de enfermos, harto de sombras que se agitan en la maldad y en la sangre. Todo lo espera de una juventud viril. Desea hombres, capaces de amor y de solidaridad.

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