¿Pudiendo hablar, porque escribir?
Porque no se habla como se escribe, ni se escribe como se habla y porque no se dicen las mismas cosas, cuando se habla que, cuando se escribe.
El hablar es espontaneo y lleva implícito la falta de reflexión y medida.
A veces hablamos, al rato sentimos que nos hemos pasado, que hemos dicho algo que no queríamos decir y que lo que queríamos decir, quizás no lo hemos dicho. Así que en el hablar siempre sobran palabras. A veces, las palabras parecen brotar solas, fuera de nuestro control, como si tuvieran vida propia. Y despues ni nos reconocemos en ellas. Por eso, despues de hablar viene el arrepentimiento y por esa limitación del hablar, surge la necesidad de escribir.
Al escribir, retienes las palabras, las mides las pesas antes de dejarlas caer sobre el papel o el ordenador. Conlleva soltarlas de forma lenta y precisa, poniendo cada una en el lugar que le corresponde. La escritura exige librar a las palabras de vanidades, limpiándolas hasta dejarlas pulidas como diamantes. Esa es la labor del escritor, una labor que se hace en voz baja, como si se contara un secreto. Porque la verdad del escritor, no se puede decir hablando, se tiene que decir escribiendo.
Hoy, sin embargo, cuando la gente ya no escribe ni cartas, se tiende a escribir como se habla (mal) devaluando la profundidad de la escritura. Y no se trata de un nueva moda, sino de falta de ilustración y de mal gusto. Así que no debe sorprender que, una sociedad como la española, totalmente alfabetizada desde hace años, tenga tantos analfabetos como hace un siglo. Porque… ¿qué porcentaje de la población del país sabe hoy en día escribir correctamente una carta, plasmando en ella sus sentimientos?... Y la perspectiva no es previsible que mejore, si nos atenemos al desarrollo triunfante de la escritura en forma de telegrama de los teléfonos móviles.
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