miércoles, 6 de marzo de 2019

Segadores

Los hombres ya están en el campo y apenas el día amanece. Silban las alondras matinales, subiendo hacia arriba, buscando el primer rayo de sol y un tiempo suave y fresquito, hace mover las espigas con un temblor ligero. Los segadores ya están cada uno en su sitio. Arriba en la masía, que no está lejos, encima de sus mesas amarillas todos faenan.
El chico ya ha puesto en marcha el ganado y ya se sienten los cencerros de los toros resonar por los alrededores de la casa, la dueña trabaja y las criadas atereadas preparando la merienda y las jarras de vino para los hombres del campo; el trabajo de aquellos es pesado y hay que remojar a menudo la garganta. El trigo cayendo, a raíz por la hoz bien afilada, y las gavillas bien atadas, van marcando por tierra el rastro de los Segadores. El sol va subiendo enrareciendo el ambiente y caldeando la atmósfera, que parece hecha de Plomo. Los segadores se preservan los rayos del sol con unos inmensos sombreros de paja, y aún así, sudan de verdad. Se dice que los segadores sudan el vino.
Los segadores debatiéndose entre los rayos calurosos del sol y sus reverberaciones de la resaca, aguantan con energía a una transpiración copiosa, alimentada por abundantes aperitivos de un vino de pocos grados. Esta transpiración, en algunos momentos, llega a ser tan abundante y rápida, que las camisas quedan teñidas de la materia colorante que el cuerpo no ha tenido tiempo de transformar. Entonces dicen que sudan el vino. Cuando al punto del mediodía la campana del vecino santuario, resguardado en la loma de una montaña y escondido tras la frondosidad de unos robles centenarios, señala el toque del Ángelus. La casera y las criadas bajan la menestra a los segadores que, de buena gana respetan. un buen plato de ensalada, una gran cazuela de arroz y bacalao con chanfaina bien acompañada con gruesas rebanadas de pan, maíz y buenas jarras de vino tinto. ¿Qué más desean? Una. hora o seis cuartos de "siesta" en la sombra de un árbol, un pequeño receso y vuelven a la tarea. Al atardecer se vuelve a sentir en sudor de vino en todo el campo; la mujer da las ultimas pinceladas de bendición a los celajes triunfales del gusto; los obreros dejan sus trabajos para retomarlo mañana, si es que no lo han terminado o para ir a otras tierras en búsqueda de nuevos términos para segar. Las gavillas una vez terminan los segadores, quedan en el campo alineados en largas hileras, esperando que los rayos de sol y la serena de las noches terminen de madurar el trigo de las espigas. Una quincena en el campo, es necesaria para asegurar una buena cosecha.

Hoy en día, con las nuevas tecnologías, estos grupos de segadores, han desaparecido.

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