Los hombres ya están en el campo y
apenas el día amanece. Silban las alondras matinales, subiendo hacia
arriba, buscando el primer rayo de sol y un tiempo suave y fresquito,
hace mover las espigas con un temblor ligero. Los segadores ya están
cada uno en su sitio. Arriba en la masía, que no está lejos, encima
de sus mesas amarillas todos faenan.
El chico ya ha puesto en marcha el
ganado y ya se sienten los cencerros de los toros resonar por los
alrededores de la casa, la dueña trabaja y las criadas atereadas
preparando la merienda y las jarras de vino para los hombres del
campo; el trabajo de aquellos es pesado y hay que remojar a menudo la
garganta. El trigo cayendo, a raíz por la hoz bien afilada, y las
gavillas bien atadas, van marcando por tierra el rastro de los
Segadores. El sol va subiendo enrareciendo el ambiente y caldeando la
atmósfera, que parece hecha de Plomo. Los segadores se preservan los
rayos del sol con unos inmensos sombreros de paja, y aún así, sudan
de verdad. Se dice que los segadores sudan el vino.
Los
segadores debatiéndose entre los rayos calurosos del sol y sus
reverberaciones de la resaca, aguantan con energía a una
transpiración copiosa, alimentada por abundantes aperitivos de un
vino de pocos grados. Esta transpiración, en algunos momentos, llega
a ser tan abundante y rápida, que las camisas quedan teñidas de la
materia colorante que el cuerpo no ha tenido tiempo de transformar.
Entonces dicen que sudan el vino. Cuando al punto del mediodía la
campana del vecino santuario, resguardado en la loma de una montaña
y escondido tras la frondosidad de unos robles centenarios, señala
el toque del Ángelus. La casera y las criadas bajan la menestra a los
segadores que, de buena gana respetan. un buen plato de ensalada, una
gran cazuela de arroz y bacalao con chanfaina bien acompañada con
gruesas rebanadas de pan, maíz y buenas jarras de vino tinto. ¿Qué
más desean? Una. hora o seis cuartos de "siesta" en la
sombra de un árbol, un pequeño receso y vuelven a la tarea. Al
atardecer se vuelve a sentir en sudor de vino en todo el campo; la
mujer da las ultimas pinceladas de bendición a los celajes
triunfales del gusto; los obreros dejan sus trabajos para retomarlo
mañana, si es que no lo han terminado o para ir a otras tierras en
búsqueda de nuevos términos para segar. Las gavillas una vez
terminan los segadores, quedan en el campo alineados en largas
hileras, esperando que los rayos de sol y la serena de las noches
terminen de madurar el trigo de las espigas. Una quincena en el
campo, es necesaria para asegurar una buena cosecha.
Hoy en día, con las nuevas tecnologías, estos grupos de segadores, han desaparecido.
Hoy en día, con las nuevas tecnologías, estos grupos de segadores, han desaparecido.
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