sábado, 24 de febrero de 2024

Canal navegable de Reus al Puerto de Salou



En octubre de 1805 murió el almirante británico Nelson durante la batalla de Trafalgar. Faltaban 50 años para que Barcelona derrumbara sus murallas y Sants era un municipio independiente de 1.300 habitantes. En Reus (Baix Camp), aquélla era una época de esplendor. Sus burgueses, enriquecidos con el comercio del aguardiente y el vino, vencieron la oposición de la corte de Carlos IV y comenzaron la construcción de un canal navegable hasta Salou que tenía que hacer posible que los barcos cargaran directamente el aguardiente en el mismo Reus. El proyecto fracasó, 

Eran sólo una docena de kilómetros de canal, que debían servir para burlar las tasas que los comerciantes pagaban al arzobispo de Tarragona para exportar su aguardiente. Estos gravámenes reducían el negocio, hasta el punto de que a finales del siglo XVIII representantes de Reus fueron varias veces a Madrid para convencer a la corte de las bondades del proyecto. El conde de Floridablanca denegó en 1790 el permiso, que al final fue concedido en 1804. Un año después, el 26 de noviembre, la ciudad festejó la colocación de la primera piedra. "Dieron el permiso con la condición de que lo pagaran los reusenses", recuerda el concejal de Vía Pública, Eduard Ortiz. Y así fue: la enriquecida burguesía comercial aportó el capital para la obra. Pero Napoleón decidió invadir Cataluña en 1808 y el dinero fue requisado para la guerra. En 1814, terminado el conflicto, los mismos burgueses retomaron la idea y volvieron a conseguir el dinero. Pero la historia se repitió y el dinero fue de nuevo confiscado para fines militares.

A principios del siglo XIX, Reus era un referente mundial en el negocio del aguardiente. En plena expansión, con 25.500 habitantes en 1820 que la convirtieron en la segunda ciudad de Cataluña -Barcelona tenía 115.000 vecinos-, desistió de tener su puerto, que hubiera sido el de Salou. Poco vigilado, el puerto de Salou era frecuentemente asaltado y los burgueses de Reus pensaron que ya se habían jugado bastante su dinero. Como alternativa, construyeron la carretera hasta Tarragona, una perfecta línea recta que dibujó sobre un plano la tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, mientras esperaba en Reus a la corte real, que desde Tarragona no sabía por dónde llegar.




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