martes, 6 de febrero de 2024

San Miguel (García Lorca)


Se ven desde las barandas,

por el monte, monte, monte,

mulos y sombras de mulos

cargados de girasoles.


Sus ojos en las umbrías

se empañan de inmensa noche.

En los recodos del aire,

cruje la aurora salobre.


Un cielo de mulos blancos

cierra sus ojos de azogue

dando a la quieta penumbra

un final de corazones.

Y el agua se pone fría

para que nadie la toque.

Agua loca y descubierta

por el monte, monte, monte.


*


San Miguel lleno de encajes

en la alcoba de su torre,

enseña sus bellos muslos,

ceñidos por los faroles.


Arcángel domesticado

en el gesto de las doce,

finge una cólera dulce

de plumas y ruiseñores.

San Miguel canta en los vidrios;

efebo de tres mil noches,

fragante de agua colonia

y lejano de las flores.


*


El mar baila por la playa,

un poema de balcones.

Las orillas de la luna

pierden juncos, ganan voces.

Vienen manolas comiendo

semillas de girasoles,

los culos grandes y ocultos

como planetas de cobre.

Vienen altos caballeros

y damas de triste porte,

morenas por la nostalgia

de un ayer de ruiseñores.

Y el obispo de Manila,

ciego de azafrán y pobre,

dice misa con dos filos

para mujeres y hombres.


*


San Miguel se estaba quieto

en la alcoba de su torre,

con las enaguas cuajadas

de espejitos y entredoses.


San Miguel, rey de los globos

y de los números nones,

en el primor berberisco

de gritos y miradores.

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