martes, 6 de febrero de 2024

Romance del emplazado (García Lorca)

¡Mi soledad sin descanso!

Ojos chicos de mi cuerpo

y grandes de mi caballo,

no se cierran por la noche

ni miran al otro lado,

donde se aleja tranquilo

un sueño de trece barcos.

Sino que, limpios y duros

escuderos desvelados,

mis ojos miran un norte

de metales y peñascos,

donde mi cuerpo sin venas

consulta naipes helados.


*


Los densos bueyes del agua

embisten a los muchachos

que se bañan en las lunas

de sus cuernos ondulados.

Y los martillos cantaban

sobre los yunques sonámbulos,

el insomnio del jinete

y el insomnio del caballo.


*


El veinticinco de junio

le dijeron a el Amargo:

Ya puedes cortar si gustas

las adelfas de tu patio.

Pinta una cruz en la puerta

y pon tu nombre debajo,

porque cicutas y ortigas

nacerán en tu costado,

y agujas de cal mojada

te morderán los zapatos.


*


Será de noche, en lo oscuro,

por los montes imantados,

donde los bueyes del agua

beben los juncos soñando.

Pide luces y campanas.

Aprende a cruzar las manos,

y gusta los aires fríos

de metales y peñascos.

Porque dentro de dos meses

yacerás amortajado.


*


Espadón de nebulosa

mueve en el aire Santiago.

Grave silencio, de espalda,

manaba el cielo combado.


*


El veinticinco de junio

abrió sus ojos Amargo,

y el veinticinco de agosto

se tendió para cerrarlos.

Hombres bajaban la calle

para ver al emplazado,

que fijaba sobre el muro

su soledad con descanso.

Y la sábana impecable,

de duro acento romano,

daba equilibrio a la muerte

con las rectas de sus paños.


Este poema está dedicado a Emilio Aladrén, escultor que crea un busto de Federico García Lorca. El título retoma el epíteto de un rey de España, Fernando IV, el Emplazado. Se lo conoce de esta manera porque dos hombres condenados a pena de muerte, como venganza, lo emplazan, es decir, le ponen un plazo a su vida: le anticipan que en un mes va a morir y, según el relato, esto se cumple: treinta días después muere Fernando IV.

El "Romance del Emplazado" entrecruza aquel relato histórico con un personaje llamado Amargo (como el amigo del artista), que ya aparece en otro libro de Lorca, Poema del Cante Jondo. Aquí, el protagonista recibe el presagio de que morirá en dos meses y, en efecto, la profecía se cumple. Como enuncia la estrofa final, "El veinticinco de junio / abrió sus ojos Amargo, / y el veinticinco de agosto / se tendió para cerrarlos" (272).

La atmósfera de muerte es creada desde el inicio del poema: el protagonista expresa en primera persona su sufrimiento y su soledad, que no le permiten dormir; padece de insomnio y tiene pesadillas con "trece barcos", que simbolizan la muerte. En varios poemas del romancero las embarcaciones se relacionan con los signos fatales y, en este caso, están potenciados por el número trece, antigua cifra de la traición y la mala suerte. En otras palabras, antes de que otros presagien su muerte, Amargo ya la visualiza de manera simbólica en sus sueños. Tanto es así que afirma: "mis ojos miran un norte / de metales y peñascos / donde mi cuerpo sin venas / consulta naipes helados" (269). Al igual que el chico del poema anterior, puede ver su propio cuerpo muerto, anticipándose a los hechos.

El destino trágico del personaje también se plasma en su unión con los caballos, signo de la muerte en la obra de García Lorca. En la primera estrofa leemos: "Ojos chicos de mi cuerpo / y grandes de mi caballo" (269), versos donde se expresa que su vida es pequeña y la muerte es grande. Y la segunda estrofa menciona mediante un paralelismo "el insomnio del jinete / y el insomnio del caballo" (270), retomando la conexión entre las pesadillas de Amargo y su destino fatal.

Es interesante señalar que, en contraste con el relato histórico del rey Fernando IV, las voces que presagian la muerte de Amargo no parecen vengarse de él sino ayudarlo a prepararse. Así, le dicen que prepare su casa y su jardín: "Ya puedes cortar si gustas / las adelfas de tu patio. / Pinta una cruz en la puerta / y pon tu nombre debajo, / porque cicutas y ortigas / nacerán en tu costado" (270-271). El tono de esa voz no es vengativo, sino más bien empático, y las imágenes proyectadas de su cuerpo muerto lo colocan del lado de la naturaleza, acompañado por sus elementos.

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