Los últimos Juanillones
Patrocinio Polo Carrasco apodado Juanillón, sobrino carnal de los de igual
apodo, célebres criminales que vagaban muchos años por los montes de Toledo, sufría condena por robo en cuadrilla, en la cárcel de la capital, de la
cual logró fugarse el 8 de diciembre de 1893 en unión de otro preso llamado
Manuel Sánchez, refugiándose en los montes y vagando por los de Toledo
y Ciudad Real.
Por esta razón hubo qne dedicar una parte de la Guardia civil de ambas
Comandancias a la persecución de estos sujetos, y gracias a la actividad
desplegada pudo conseguirse la captura del ultimo en 1895, por el primer
Jefe, D. José Oliver y Vidal,
captura que hizo decaer el ánimo del Juanillón, que era el temor en la
comarca, y presentarse a las autoridades terminando su condena en la prisión.
Cumplida ésta y avezado por herencia a la vida del foragido, se unió al
licenciado de presidio Joaquín Carbonell, a Baldomero Alonso Alonso v Lucio Pérez Aparicio, sin vecindad conocida el primero, de Toledo el segundo
y el último de Bargas, constituyendo así una cuadrilla con propósitos del
robo en donde quiera que se proporcionara, empezando por sorprender la
tarde del 30 de enero de 1900 en el camino de Toledo a Orgaz y término de
Nambroca, a un comerciante de aceites que llevaba una respetable cantidad, a quien apuntaron con una escopeta ordenándole se detuviera; pero gracias a su serenidad metió espuelas al caballo que montaba, logrando en pocos momentos ponerse fuera del alcance de esta gente.
A éste acompañaba un vendedor de gallinas montado en un burro, quien
no pudo huir como su compañero, y atándole y registrándole, le quitaron 60
pesetas que llevaba, producto de la venta de su mercancía.
Enterado del hecho el Teniente Coronel primer jefe de la Comandancia, D. Manuel de Hazañas, así como que estos mismos sujetos eran
los que la noche del 20 de enero robaron del mostrador del tabernero de Burguillos, Mariano Pérez Redondo, de 10 a 12 pesetas, lo cual no dijo
Polo Carrasco Juanillón. perjudicado a nadie hasta el 3 del siguiente mes, y que además habían
salido en los caminos a otras personas, dejándose ver por distintos puntos
sospechosos en horas extraordinarias, dispuso este Jefe la combinación del
servicio que había de practicarse para la captura, empleando para ello
toda
la fuerza del a capital incluso escribientes, que después de sus horas de oficina salían de noche hasta el amanecer, y tomando la dirección del servicio
al primer Teniente Jefe de la línea D. Camilo Lillo Torres, servicio delicado
así porque estos sujetos no habían vuelto a su casa desde el último robo,
como por la posibilidad de lanzarse al monte si se percataban del movimiento
de la fuerza.
Con tal celo, actividad y acierto se llevaron a cabo las instrucciones recibidas, que pudo adquirirse la noticia de que Juanillón y Carbonell habían
sido vistos la noche del .6 de Febrero en la carretera con dirección a la corte,
indudablemente con el proyecto de dar algún golpe, y se dispuso la salida
del Sargento de caballería Joaquín Mendoza, con una pareja montada, que los
persiguió hasta que en Getafe supieron que, apercibidos, habían tomado el
tren para Madrid.
Ante esta contrariedad, pues difícil era saber su paradero, continuó la vigilancia que se venía ejerciendo y pudo por ella detenerse en Toledo y Bargas a los dos compañeros de aquéllos.
En este estado las cosas, supo el Teniente Coronel Hazañas que el guardia
del puesto de lllescas José Fernández Vega había servido en artillería con el
Juanillón, y estaba por ello enterado de los puntos a que solía él concurrir
cuando estaban de guarnición en la corte, y mandándole llamar por telégrafo, le confió con los guardias Rafael Hazañas y Francisco Castellano García, al mando del Sargento Mendoza, la busca y detención de los criminales.
Tras muchas indagaciones en Madrid, consiguen por fin encontrarlos a la entrada del Rastro, apoderándose del
Canonell y deteniendo también al Juanillón,
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