miércoles, 24 de mayo de 2017

PROCESIONES DE MUERTOS

tiemposmodernos

Asi desfilaron frente al ayuntamiento, centenares de campesinos faltos de trabajo y de pan, silenciosamente desfilaron ante las casas de los ricos.
de sus bocas, no salió ni un solo grito; de sus brazos no hubo contracciones ni amenazas ni en sus caras gestos de ira. Más que manifestación de vivos, parecìa procesión de muertos . Así pasaron ellos, lívidos, siniestros, con la libertad hecha mordaza; por la hermosa ciudad andaluza; bajo el cielo azul, entre una atmósfera embellecida por los anticipos de la primavera, así pasaron bajo árboles que abotonaban su ramaje, prometiendo esencias al olfato y al estómago, frutos entre parejas de animales que se enamoraban al aire libre que buscaban alimento y hogares en surcos y matojos, en umbrías y madrigueras; así pasaron frente a los colmados rebosantes de parroquianos, frente a las tiendas abarrotadas de vituallas; las bodegas repletas con el jugo de la vid, por sus manos cortadas; llegaron a las autoridades, a todas partes, sin hallar lo que a cada paso ofrecían como fácil cosecha la hierbezuela del campo y los animales del arroyo.
Así pasaron, silenciosamente con sus caras lívidas, con sus ojos tristes, con los cuerpos llenos de harapos y las almas henchidas de tristeza, así pasaron ellos confiando en que la mansedumbre de su actitud y el espectáculo de sus dolores, movería la caridad ajena y traería pan a sus dientes y a sus manos, la herramienta ociosa. Inútil paseo, silencio improductivo, mansedumbre estéril. La procesión de hambrientos no halló el amparo que buscaba.
Las autoridades miraban a otro lado, preocupándose de asuntos mundanos. ¿que resolvían algunas limosnas repartidas apresurada y parcamente entre centenares de criaturas? Nada; la procesión de vivos, volvió a su cementerio de miserias, sin esperanza alguna, sin remedio alguno, como regresan al camposanto las procesiones de muertos, que la historia poetiza sin redimir al pecador, ni salvar a la victima. Sólo que los muertos no comen y por tanto,
pueden aguardarse y repetir sus procesiones, en ayunas; a ver si los pecadores se redimen y las víctimas logran su salvación.
Sin embargo los vivos, comen, aman, sienten el frío y el amor; los vivos no pueden aguardar en silencio, siempre en silencio, un día y otro, hasta que las autoridades, les faciliten su derecho a existir, o que la caridad llegue a todos como el maná del desierto, o la justicia se reconozca como única ley redentora de hombres en este mundo.
No pueden esperar y como no pueden esperar, ya no recorren las calles silenciosos ya no van en procesión muda por las verdes campiñas; fuera las mordazas de las bocas, gritan, acometen, asaltan las panaderías, rapiñan las tiendas y obedeciendo a la suprema ley del instinto, toman por fuerza el derecho a existir, que la naturaleza les concedió al arrojarlos a la vida.
Al final del camino, les esperan con fusiles; sólo así consiguen callarlos, haciendo que el miedo a morir de golpe, les dé resignación para irse muriendo poco a poco; pero mal harán si sólo en el fusil confían, para conseguir que el mal cese y las procesiones de hambrientos se disuelvan.
Podrán conseguirlo hoy, mañana tal vez...Un día los muertos de hambre, saldrán en horda, con la herramienta de trabajo, hecha arma de combate y al grito de hambre, saldrán así, como salen las manadas de lobos durante el invierno, feroces, implacables, sin miedo en el corazón y sin piedad en la conciencia; saldrán a comer y no volverán a su cementerio de miseria, mas que llevando en sus uñas ensangrentadas la ración, ganada a zarpazos.


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