La Revolución Mexicana y el financiamiento de Estados Unidos: Un vínculo histórico poco conocido
La Revolución Mexicana (1910-1920) se ha vendido como una lucha del "pueblo oprimido y hambriento", sin embargo algo que no cuadra es la imagen de revolucionarios y adelitas armados hasta los dientes, no habia dinero para tortillas, pero sí para balas y fusiles; el fin del Porfiriato y la primera revolución del Siglo XX, es uno de los episodios más importantes de la historia de América Latina, marcado por luchas sociales, cambios políticos y una transformación profunda de la sociedad mexicana. Sin embargo, detrás de este movimiento revolucionario hay un capítulo poco explorado: el papel crucial de Estados Unidos en su financiamiento y abastecimiento de armas. Este artículo revela cómo el gobierno estadounidense, empresarios y fabricantes de armas jugaron un papel clave en el desarrollo de la Revolución, beneficiándose económicamente y alimentando un conflicto que cambiaría el destino de México.
Título: El Interés y el Temor: Por Qué Estados Unidos Financió la Revolución Mexicana
La relación entre Estados Unidos y México ha sido, históricamente, un complejo entramado de cooperación, conflicto e intervención. Un capítulo crucial de esta dinámica es el apoyo financiero y logístico que diversos grupos revolucionarios mexicanos recibieron desde el norte, particularmente durante los primeros años de la Revolución (1910-1917). Contrario a lo que podría pensarse, este apoyo no surgió de un deseo genuino de democratizar México, sino de una fría evaluación de los intereses económicos, políticos y estratégicos de Washington, que veía con creciente nerviosismo la estabilidad y el progreso del Porfiriato.
El Porfiriato: Un Arma de Doble Filo para los Intereses Estadounidenses
Para entender la postura de Estados Unidos, primero hay que examinar el régimen de Porfirio Díaz. Los más de 30 años de su gobierno (el Porfiriato, 1876-1911) se caracterizaron por una paz forzada y una modernización económica sin precedentes. Díaz abrió las puertas al capital extranjero, y los inversionistas estadounidenses respondieron con entusiasmo.
Para 1910, las inversiones estadounidenses en México eran colosales, representando alrededor del 45% de toda la inversión extranjera en el país. Controlaban sectores clave como:
- Ferrocarriles: Más del 60% de los ferrocarriles mexicanos eran propiedad de estadounidenses.
- Minería: Empresas como la Cananea Consolidated Copper Company eran un símbolo del dominio extranjero.
- Petróleo: Compañías como la Mexican Petroleum Company de Edward Doheny y la Standard Oil de los Rockefeller pugnaban por el control de los ricos yacimientos.
- Tierras y agricultura: Vastas extensiones de tierra, especialmente en el norte, estaban en manos de compañías estadounidenses.
Sin embargo, esta dependencia económica generaba una profunda ansiedad en Washington. La estabilidad del Porfiriato era vista como un bien preciado pero frágil. El régimen era, en esencia, una dictadura que mantenía el control mediante la represión. La pregunta en los círculos de poder estadounidenses no era si el régimen caería, sino cuándo y, lo más importante, quién lo reemplazaría.
Las Fuentes del Nerviosismo Estadounidense
Varios factores convirtieron el "progreso" del Porfiriato en una fuente de inquietud para Estados Unidos:
- La Influencia Rival: El Acercamiento a Europa: Porfirio Díaz, un astuto estratega, practicó conscientemente una política de "balance de poder". Para contrarrestar la abrumadora influencia estadounidense, fomentó activamente la inversión de potencias europeas, especialmente del Reino Unido y Alemania. Empresas británicas como El Águila, de Weetman Pearson, competían ferozmente con las estadounidenses por el petróleo. Este juego de equilibrios era visto en Washington como una peligrosa intrusión de intereses extranjeros en lo que consideraba su "patio trasero", bajo la Doctrina Monroe.
- El Nacionalismo Económico Latente: Aunque reprimido, existía un fuerte resentimiento popular contra la dominación económica extranjera. Huelgas como la de Cananea (1906) eran señales de un malestar profundo. Estados Unidos temía que, una vez que Díaz saliera del poder, este nacionalismo pudiera desembocar en un gobierno radical que nacionalizara sus propiedades o les impusiera fuertes restricciones.
- La Inestabilidad Inminente: Para 1910, era evidente que el régimen de Díaz, con su presidente octogenario y la falta de un sucesor claro, estaba en sus últimas. Estados Unidos prefería un cambio controlado que protegiera sus intereses, en lugar de una explosión social inmanejable.
Las reuniones de Madero en Estados Unidos
Francisco I. Madero, uno de los líderes más emblemáticos de la Revolución, no solo fue el autor del Plan de San Luis, sino también un estratega que supo aprovechar el apoyo internacional. Durante su exilio en Estados Unidos, Madero estableció contactos clave con empresarios, políticos y representantes del gobierno estadounidense.
Las reuniones más importantes tuvieron lugar en San Antonio, Texas, y Nueva York. En San Antonio, Madero se reunió con simpatizantes mexicanos y representantes de empresas estadounidenses interesadas en invertir en México. En Nueva York, Madero mantuvo encuentros con empresarios y políticos influyentes, quienes vieron en la Revolución una oportunidad para expandir sus intereses económicos en el país vecino.
Uno de los contactos más destacados fue Edward L. Doheny, un magnate petrolero que buscaba asegurar concesiones en México. Doheny y otros empresarios vieron en Madero una figura que podía garantizar estabilidad y acceso a los recursos naturales mexicanos. A cambio, proporcionaron fondos y apoyo logístico para la causa revolucionaria.
El flujo de armas desde Estados Unidos
El apoyo estadounidense no se limitó a reuniones y promesas. Una de las contribuciones más significativas fue el envío masivo de armas y municiones a los revolucionarios. Entre 1910 y 1916, miles de rifles, pistolas, ametralladoras y cartuchos cruzaron la frontera desde Estados Unidos hacia México.
Las armas provenían principalmente de fabricantes como Winchester Repeating Arms Company, Remington Arms y Colt's Manufacturing Company. Estas empresas vieron en la Revolución Mexicana una oportunidad de negocio lucrativa. Se estima que se vendieron más de 250,000 rifles y millones de cartuchos a los diferentes grupos revolucionarios, incluyendo a las fuerzas de Madero, Pancho Villa y Emiliano Zapata.
El flujo de armas se realizó a través de la frontera entre Texas y México, especialmente en ciudades como El Paso, Texas, y Nogales, Arizona. Estas ciudades se convirtieron en centros de contrabando, donde las armas eran transportadas en trenes, carretas y, en algunos casos, incluso a lomo de mula.
¿Quién se enriqueció con la Revolución?
La Revolución Mexicana no solo fue un conflicto interno; también fue un negocio multimillonario para las empresas estadounidenses. Las compañías armeras mencionadas anteriormente obtuvieron ganancias exorbitantes. Por ejemplo, Winchester reportó un aumento del 300% en sus ventas durante los años más intensos del conflicto.
Además de las armeras, empresarios como Doheny y William Randolph Hearst, dueño de grandes extensiones de tierra en México, vieron en la Revolución una oportunidad para proteger y expandir sus inversiones. Hearst, en particular, utilizó su influencia mediática para presionar al gobierno estadounidense a apoyar a los revolucionarios.
La distribución final de las armas
Una vez que las armas llegaban a México, eran distribuidas entre los diferentes grupos revolucionarios. Pancho Villa, por ejemplo, recibió grandes cantidades de rifles y municiones que utilizó en sus famosas batallas, como la toma de Ciudad Juárez. Emiliano Zapata, por su parte, se enfocó en armar a los campesinos del sur del país.
Sin embargo, este flujo de armas también generó tensiones entre los líderes revolucionarios, ya que la distribución no siempre fue equitativa. Esto contribuyó a las divisiones internas que eventualmente debilitaron al movimiento revolucionario.
Título: El Interés y el Temor: Por Qué Estados Unidos Financió la Revolución Mexicana
La relación entre Estados Unidos y México ha sido, históricamente, un complejo entramado de cooperación, conflicto e intervención. Un capítulo crucial de esta dinámica es el apoyo financiero y logístico que diversos grupos revolucionarios mexicanos recibieron desde el norte, particularmente durante los primeros años de la Revolución (1910-1917). Contrario a lo que podría pensarse, este apoyo no surgió de un deseo genuino de democratizar México, sino de una fría evaluación de los intereses económicos, políticos y estratégicos de Washington, que veía con creciente nerviosismo la estabilidad y el progreso del Porfiriato.
El Porfiriato: Un Arma de Doble Filo para los Intereses Estadounidenses
Para entender la postura de Estados Unidos, primero hay que examinar el régimen de Porfirio Díaz. Los más de 30 años de su gobierno (el Porfiriato, 1876-1911) se caracterizaron por una paz forzada y una modernización económica sin precedentes. Díaz abrió las puertas al capital extranjero, y los inversionistas estadounidenses respondieron con entusiasmo.
Para 1910, las inversiones estadounidenses en México eran colosales, representando alrededor del 45% de toda la inversión extranjera en el país. Controlaban sectores clave como:
- Ferrocarriles: Más del 60% de los ferrocarriles mexicanos eran propiedad de estadounidenses.
- Minería: Empresas como la Cananea Consolidated Copper Company eran un símbolo del dominio extranjero.
- Petróleo: Compañías como la Mexican Petroleum Company de Edward Doheny y la Standard Oil de los Rockefeller pugnaban por el control de los ricos yacimientos.
- Tierras y agricultura: Vastas extensiones de tierra, especialmente en el norte, estaban en manos de compañías estadounidenses.
Sin embargo, esta dependencia económica generaba una profunda ansiedad en Washington. La estabilidad del Porfiriato era vista como un bien preciado pero frágil. El régimen era, en esencia, una dictadura que mantenía el control mediante la represión. La pregunta en los círculos de poder estadounidenses no era si el régimen caería, sino cuándo y, lo más importante, quién lo reemplazaría.
Las Fuentes del Nerviosismo Estadounidense
Varios factores convirtieron el "progreso" del Porfiriato en una fuente de inquietud para Estados Unidos:
- La Influencia Rival: El Acercamiento a Europa: Porfirio Díaz, un astuto estratega, practicó conscientemente una política de "balance de poder". Para contrarrestar la abrumadora influencia estadounidense, fomentó activamente la inversión de potencias europeas, especialmente del Reino Unido y Alemania. Empresas británicas como El Águila, de Weetman Pearson, competían ferozmente con las estadounidenses por el petróleo. Este juego de equilibrios era visto en Washington como una peligrosa intrusión de intereses extranjeros en lo que consideraba su "patio trasero", bajo la Doctrina Monroe.
- El Nacionalismo Económico Latente: Aunque reprimido, existía un fuerte resentimiento popular contra la dominación económica extranjera. Huelgas como la de Cananea (1906) eran señales de un malestar profundo. Estados Unidos temía que, una vez que Díaz saliera del poder, este nacionalismo pudiera desembocar en un gobierno radical que nacionalizara sus propiedades o les impusiera fuertes restricciones.
- La Inestabilidad Inminente: Para 1910, era evidente que el régimen de Díaz, con su presidente octogenario y la falta de un sucesor claro, estaba en sus últimas. Estados Unidos prefería un cambio controlado que protegiera sus intereses, en lugar de una explosión social inmanejable.
La Revolución como Oportunidad: El Juego de Ajedrez de Washington
Cuando Francisco I. Madero lanzó el Plan de San Luis en 1910, inicialmente fue ignorado por el gobierno del presidente William Howard Taft, quien mantenía una relación cordial con Díaz. Sin embargo, a medida que el movimiento maderista ganaba fuerza, la postura estadounidense comenzó a cambiar.
El embajador estadounidense en México, Henry Lane Wilson, jugó un papel crucial y siniestro. Él, y muchos en Washington, veían a Madero como un idealista débil e impredecible, cuyo gobierno podría desestabilizar el país y perjudicar los negocios estadounidenses. Fue este temor lo que llevó a la embajada a conspirar y legitimar el golpe de estado de Victoriano Huerta (la "Decena Trágica") que culminó con el asesinato de Madero en 1913.
Pero el verdadero giro en la política de financiación llegó con el presidente Woodrow Wilson (1913-1921). Wilson, un moralista en política exterior, se horrorizó por el régimen de Huerta y se negó a reconocerlo. Para Wilson, Huerta representaba todo lo que despreciaba: un gobierno ilegítimo, nacido de un asesinato y respaldado por intereses británicos en el petróleo.
Fue entonces cuando Estados Unidos comenzó a financiar y armar abiertamente a los enemigos de Huerta: Venustiano Carranza y, de manera más destacada, Francisco "Pancho" Villa.
- Financiando a Villa: A través de una relajación del embargo de armas en la frontera, se permitió que los villistas compraran libremente armamento y suministros en Estados Unidos. El apoyo a Villa era una apuesta pragmática: era el líder revolucionario más efectivo militarmente y, en apariencia, el más pro-estadounidense.
- El Objetivo: Derrocar a Huerta, debilitar la influencia europea y asegurar que el nuevo gobierno en México fuera favorable, o al menos no hostil, a los intereses económicos y estratégicos de Washington.
Conclusión: Interés Propio, no Solidaridad
La financiación estadounidense a la Revolución Mexicana no fue un acto de altruismo o de apoyo a los ideales democráticos de "Sufragio Efectivo, No Reelección". Fue una herramienta de la Realpolitik.
Estados Unidos no veía con nerviosismo el "progreso" de México en sí mismo, sino que temía que dicho progreso, bajo el modelo porfirista, fortaleciera a rivales europeos y creara las condiciones para una inestabilidad futura que pusiera en riesgo sus masivas inversiones. Financiaron la revolución para influir y controlar el resultado del cambio inevitable, asegurando que el nuevo orden en México, fuera cual fuera, no fuera en su contra. Fue una intervención calculada para moldear a su vecino del sur según sus propios intereses nacionales, un recordatorio de que en la geopolítica, el apoyo a una revolución a menudo esconde el deseo de domarla.
Conclusión
La Revolución Mexicana no fue solo un conflicto interno; fue un evento con ramificaciones internacionales que involucró a gobiernos, empresarios y fabricantes de armas. Estados Unidos, motivado por intereses económicos y políticos, jugó un papel crucial en el financiamiento y abastecimiento de la Revolución. Este capítulo de la historia nos recuerda cómo los conflictos locales pueden ser influenciados y aprovechados por poderes externos, dejando un legado complejo y, en muchos casos, controversial.
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