martes, 4 de febrero de 2025

Sabores de Amistad



Era una noche templada en Vila-seca, y el murmullo de las risas y las conversaciones llenaba el aire del restaurante "Melvin". Las luces colgantes creaban un ambiente acogedor, mientras los aromas de los aperitivos,  se entremezclaban con el sonido de los cubiertos al chocar. Era el lugar elegido por cinco amigos de toda la vida: Ángel, Vicente, Paco, Ramón y Miguel.

Cada uno llegó en momentos diferentes, cargados de historias nuevas que contar. Ángel fue el último en llegar; su rostro reflejaba la alegría de un viaje reciente. "¡No os lo vais a creer! Vengo de un festival de música en la playa", Todos nos acercamos para escuchar sus relatos.

Vicente, siempre se rió entre dientes. "Espero que no hayas perdido la cartera esta vez", dijo, recordando aquella anécdota de hace años, donde Ángel había estado tan absorto disfrutando que olvidó su cartera. Todos nos reimos, y los recuerdos fluyeron como el vino que empezaba a circular por la mesa.

Paco, con su inconfundible forma de calmar los ánimos, interrumpió: "No importa si la perdió o no, lo que cuenta es que volvió". Todos callamos, sabiendo que en el fondo, eran situaciones incómodas. El camarero se acercó para tomar su pedido, y eligieron platos que evocaban la esencia de su amistad: tapas variadas, algo de marisco, y, por supuesto, una buena botella de vino tinto.

A medida que la comida llegaba a la mesa, Ramón, el artista del grupo, comenzó a hablar sobre un proyecto que tenía entre manos. "Estoy pintando un mural en la comunidad", dijo, sus ojos brillando de emoción. "Quiero capturar la esencia de nuestra cultura, de lo que somos". Vicente lo miró con seriedad; “Tienes que incluirnos en el mural”, bromeó, “seremos los héroes anónimos de tu obra”.

Miguel, como siempre el eterno ausente, lo recordamos. Yo pensé: “¿Qué pasará cuando ya no estemos juntos?”. Sin embargo, decidí guardar ese sentimiento. Esa noche era para disfrutar.

La cena avanzaba, cada bocado compartido intensificaba la camaradería. Se pasaban historias antiguas y anhelos futuros, hasta que las palabras comenzaron a desdibujarse en un vaivén de alegría. Pero justo cuando la conversación alcanzaba su clímax, una joven en una mesa cercana comenzó a tocar una guitarra. La melodía, dulce y suave, sirvió como telón de fondo a las risas. Vicente, al darse cuenta, propuso un brindis.

"¡Por nosotros, por la vida y por todas estas historias que aún nos faltan por vivir!", levantó su copa con firmeza.

Cuando las copas chocaron, cada uno sintió en su corazón la promesa de nuevos recuerdos, de aventuras por venir. Y aunque el futuro fuera incierto, esa noche, rodeados de los sabores de la amistad y la música, sabían que siempre tendrían ese rincón especial en sus vidas, donde todo comenzaba y nunca terminaba.

J. Plou

No hay comentarios:

Publicar un comentario