martes, 7 de enero de 2025

No era yo



Nadaba yo en el mar y era muy tarde, justo en ese momento en que las luces flotan como brasas de una hoguera se se está apagando y en el agua se queman las preguntas, los extraños silencios.

Había decidido nadar hasta la boya roja, la que se esconde como el sol al otro lado de las barcas.

Muy lejos de la orilla, solitario y perdido en el crepúsculo, me adentraba en el mar sintiendo la inquietud que me conmueve cuando me adentro en un poema o en una noche larga de amor.

Y de pronto la vi sobre las aguas; una mujer mayor, de cansada belleza y el pelo blanco recogido, se me acercó nadando con brazadas serenas, parecía venir del horizonte, al cruzarse conmigo, se detuvo un momento y me miró a los ojos: no he venido a buscarte, no eres tú todavía.

Me despertó el ruido de una moto que cruzaba la calle con desesperación. Era media mañana, el cielo estaba limpio y no se movía la bandera.

Bajé a desayunar a la terraza del paseo marítimo y contemplé el bullicio de la gente, el mar en calma como una balsa, los cuerpos dorándose bajo el sol.

Eché una ojeada al periódico de la mañana y el nombre del ahogado no era el mío.

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