El Carnaval de La Bañeza (también llamado fiestas de invierno, carnavales, correr el carnaval, antruejo), en la provincia de León, es una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional que comienza a tomar importancia y fama a principios del siglo XX, en la represión franquista, debido a la prohibición expresa de ocultar el rostro y disfrazarse.
La característica principal del carnaval bañezano es la ausencia de un concurso de disfraces con premios o compensaciones económicas por participar, como puede ocurrir en los carnavales de otros lugares. La mayor parte de la ciudad se vuelca con esta fiesta, transmitiendo el interés por ellas generacionalmente. En muchos casos, los integrantes preparan con un año de antelación, la búsqueda de complementos, telas, máscaras y actuaciones que realizarán, motivados por un «sentimiento carnavalero», que se vive durante esos días. Ante esto, el carnaval desorganizado está captando cada vez más adeptos, disfrazándose fuera de los horarios de desfile, días sin actos, en el lugar de trabajo, etc. buscando la sorpresa y el asombro de conciudadanos y visitantes.
Historia

La primera referencia al carnaval, data de 1675 por Antonio Ferreras, sobre El jubileo de las cuarenta horas en los días del carnaval. En este documento don Luis González, vecino de La Bañeza, hace testamento y expone sus últimas voluntades en diferentes cláusulas. En una de ellas dispone:
Declaro que dejo 8.000 (ocho mil) reales para que se haga una fundación de las cuarenta horas los días de carnaval en el convento del Carmen Descalzo de esta villa.
Durante el franquismo, debido a la fuerte tradición que existía en la ciudad, los bañezanos se saltaban la prohibición de disfrazarse, corriendo el riesgo de caer detenidos o multados por las fuerzas del orden, por lo que se organizaban en fiestas privadas, o en barrios de la ciudad, como El Polvorín, dónde era más difícil ser sorprendidos que no en el centro de la ciudad. Cuando eran vistos por alguna autoridad, los enmascarados huían de ella, para no ser sancionados. De esta rutina de las fiestas de invierno, se acuñó la expresión correr el carnaval.
Con la caída de la dictadura y la llegada de la democracia, se pudo normalizar el carnaval, que ya contaba años anteriores con autorizaciones expresas para La Bañeza, firmadas por el gobernador civil y el delegado del Ministerio de Turismo. A finales de los 70 se crean las primeras comisiones de fiestas, para la organización; y algunas familias, forman las primeras comitivas, especialmente para niños, dando como resultado el desfile infantil del Lunes de carnaval.
Actos previos
La preparación del festejo comienza con la elección del cartel que representa las carnestolendas, mediante concurso, organizado por el ayuntamiento de La Bañeza. En el mes de noviembre se empiezan a convocar reuniones con los grupos participantes en los desfiles, para llegar a acuerdos de horarios, número de grupos, aspectos musicales o recorrido.
Aunque no es un acto organizado como tal, tiene vital importancia durante todo el año, las reuniones de grupos, amigos y familiares, donde se discuten las ideas del antruejo, diseñando trajes, buscando la originalidad, manteniéndose muchas veces en riguroso secreto para causar la mayor impresión posible. A medida que llega el invierno, muchos carnavaleros comienzan a realizar sus trajes a modo de filandón; aunque otro porcentaje improvisan y lo realizan con menos margen de tiempo, saliendo igualmente airosos.
El grupo Los Tranquilos comenzó a organizar en el 2006, un concurso de monólogos. En el año 2012 El Ayuntamiento de La Bañeza tomó el relevo, organizando el I Concurso de Monólogos Ciudad de La Bañeza en el Teatro Municipal. Con el tiempo la afluencia de público y el nivel de participantes ha ido en aumento, siendo un lugar de encuentro para los diferentes carnavaleros.
De forma totalmente inesperada, en el 2008 surgió también el concurso de karaoke carnavalero en un café teatro de la ciudad. En él, los grupos participantes preparan una canción con su correspondiente coreografía y disfraz, haciendo las delicias del público.
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