
Oí las campanas el día de Navidad
los villancicos resonaban,
y dulces, las palabras se repetían:
con una canción:
¡Paz en la tierra, para los hombres!
Y se oyeron al llegar la noche,
los campanarios de todas las iglesias.
Habían repicado
El canto ininterrumpido:
¡Paz en la tierra, para los hombres!
Hasta que, repicando y cantando,
el mundo cambió de la noche al día,
Una voz, un tañido, un canto sublime:
¡Paz en la tierra, para los hombres!
Entonces, los cañones tronaron.
Y con el sonido, los villancicos se ahogaron:
¡Paz en la tierra, para los hombres!
Fue como si un terremoto hubiera partido
los cimientos de un continente,
Y hubiera dejado desolados los hogares.
Y desesperado, incliné la cabeza;
¡No hay paz en la tierra!, dije;
Porque el odio es fuerte y se burla de la canción.
¡Paz en la tierra, para los hombres!.
Entonces las campanas repicaron más fuerte:
Esta vez con un repique de muerte y destrucción.
J. Plou
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