Las arenas muestran las huellas,
que, cual heridas incruentas luce:
sobre la suave superficie , caminaron,
corrieron, disfrutaron,
pies de casa y forasteros.
El agua, calmosa lame sus ribazos
y como suave caricia se aproxima,
a los labios arenosos de la riba,
dejando en ese beso,
trazas de sal.
Esbeltos se deslizan dos veleros
rápidos, levitan tan ligeros,
se diría que no navegan: ¡vuelan!
Algún remero fuerte, aguerrido
maneja con pericia y energía
el remo que en el agua apenas roza
y el opuesto al aire hiere, desafía;
se diría que salieron del Quijote,
pues cual aspas de molino son,
para el agua y el aire fiero azote.
Dos atrevidas cabezas aparecen,
cual boyas flotantes de este mar,
cerca de la orilla nadan fuerte,
para el frío invernal desafiar.
Mastodonte, gran cetáceo,
kilómetros mar adentro,
estático y esperpéntico,
desconocido o no tanto,
el inmenso petrolero,
espera tranquilo, anclado.
El mercante, … es otra cosa,
con sus torres se asemeja,
a espectáculo circense,
a los potros volteados,
a andamiajes de las obras,
a estructuras industriales.
Apenas hallamos hueco,
para higienizar la vista,
hemos digerido el lúpulo,
un café, un poco de humo,
para casa regresamos;
¡pero nos vamos!…
¡vamos, con pena!
Paco Moral
No hay comentarios:
Publicar un comentario