lunes, 5 de febrero de 2024

ODA A LA BICICLETA (Pablo Neruda)


Iba por el camino crepitante:

el sol se desgranaba como maíz ardiendo

y era la tierra calurosa un infinito círculo

con cielo arriba azul, deshabitado.

Pasaron junto a mí las bicicletas,

los únicos insectos de aquel minuto

seco del verano, sigilosas, veloces, transparentes:

me parecieron sólo movimientos del aire.

Obreros y muchachas a las fábricas iban

entregando los ojos al verano,

las cabezas al cielo, sentados en los élitros

de las vertiginosas bicicletas

que silbaban cruzando 

puentes, rosales, zarza y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos

se laven, canten, coman, 

levanten una copa de vino

en honor del amor y de la vida,

y a la puerta esperando la bicicleta

inmóvil porque sólo de movimiento fue su alma

y allí caída no es insecto transparente

que recorre el verano, sino esqueleto frío,

que sólo recupera un cuerpo errante,

con la urgencia y la luz,

es decir, con la resurrección de cada día.



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