jueves, 24 de febrero de 2022

LLegar a viejo



Hace unos días cmplí 73 años, es un tiempo largo que da para hacer muchas cosas, pero echando la vista atrás he de reconocer que, de las que quise hacer, apenas he hecho unas pocas ... y con regulares resultados. 
El tiempo ha pasado como una ligera brisa de verano, sin apenas advertirlo. Dice Gabriel García Marquez, que uno solo se hace viejo, cuando deja de enamorarse. 
Bonita y poética frase…pero incierta. Uno se va haciendo viejo, cuando el desgaste físico, van ganando terreno a la fuerza de las ilusiones; cuando los dolores comienzan a asomar por cualquier parte del cuerpo; cuando las cosas se caen de las manos; cuando no se puede dormir; cuando se te olvida aquella palabra que antes tanto repetías; cuando agacharse para coger una moneda del suelo es un reto, como subir el Everest; cuando uno no recuerda lo que comió anteayer pero si lo que le trajeron los Reyes Magos a los siete años; cuando el fresco olor corporal de la juventud se vuelve rancio, porque uno se mea y comienzas a oler a viejo... Entonces sí, diga lo que diga el simpático de García Marquez, entonces eres un viejo. Y es que la vejez es como una enfermedad prolongada que distorsiona el carácter, nos hace bruscos, nos roba la paciencia, nos vuelve intolerantes y nos ensimisma buscando refugio en nuestros recuerdos. Hay que reconocerlo, con enamoramiento o sin él, es muy jodido ser viejo.
Opinan los filósofos que cuando nacemos ya comenzamos a morir.
Es una manera de verlo y simplificarlo, pero yo pienso que, en nuestra vida hay al menos tres etapas: una en la que vivimos, otra en la que sobrevivimos y una tercera en la que nos desvivimos. En la primera, en la infancia, vivimos sin amarres ni hipotecas, acumulando vivencias y sueños de libertad. En la segunda, cuando somos adultos, nos cargamos con compromisos sociales, aceptamos las cadenas de la madurez, y que sean otros quienes piensen y sueñen por nosotros. Entonces pactamos todo para poder sobrevivir, que más que vivir, es una forma anticipada de ir muriendo. Cuando llega la tercera etapa, la de la vejez, nos damos cuenta que hemos sido engañados, estafados y explotados. Descubrimos que, todo lo que habíamos soñado en la primera lo convertimos en basura en la segunda y si tenemos tiempo y conciencia de nuestro fracaso como hombres, comenzamos a desvivir, desprendiéndonos de las cosas inservibles que hemos acumulado a lo largo de la vida, intentando romper con los lazos sociales que, nos privaron de la libertad. Es cuando recordamos la infancia con ojos y colores renovados, cuando queremos volver a lo auténtico, al paraíso perdido, y recuperar la libertad que solo la encontramos en los sueños del niño que fuimos.


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