domingo, 12 de enero de 2020

Ferrer i Guàrdia

Francisco Ferrer Guardia (Alella10 de enero de 1859-Barcelona13 de octubre de 1909

Ferrer i Guàrdia, de la sedición a la rebelión

Chivo expiatorio de la Semana Trágica. Tras participar en los sucesos, fue juzgado en la jurisdicción militar lo que acarreó un funesto cambio: de ser acusado de sedición paso a serlo por rebelión. Así el que había sido un notable pedagogo y promotor de la escuela laica acabó fusilado ante la complacencia de la opinión pública


Resignado a su suerte pero sin perder la dignidad, el reo Francesc Ferrer i Guàrdia permanece impertérrito en su celda del Castillo de Montjuïc. Mantiene su pose elegante y rechaza con frialdad a los numerosos clérigos que, presurosos, acuden a auxiliar a tan insigne pecador en un último intento de redimirle de su pecaminoso anticlericalismo.
Lo tienen difícil. Francesc es duro de roer, cuenta 50 años y sus convicciones son firmes. Su singular trayectoria vital le ha curtido y marca sus pasos.
Hijo de agricultores acomodados, se convirtió pronto en un rebelde con causa: luchar contra el orden establecido. Trabajador temprano, ejerció como revisor de ferrocarril entre Francia y España, aprovechando su cargo para trabajar en pro de los militares republicanos.


Muy joven, se casó con Teresa Sanmartí, con la que tuvo siete hijos. El matrimonio fracasó rotundamente, acabando con un tiroteo callejero en París del que Ferrer salió milagrosamente ileso.
Tras el suceso decidió afincarse en París. Ferrer es un hombre inquieto, tiene 26 años y empieza a deslizarse por la senda del anarquismo, dejando de lado en España a su amigo Lerroux. Merecedor de ser sujeto de seguimiento de las policías española y francesa lanza en 1892 ‘A los 300’, una proclama revolucionaria en la que llama a la colaboración a cuantos revolucionarios se adhieran a su ideología a fin de ‘jugarse la vida para hacer rodar las cabezas de la ‘Familia real y los ministros’ (máxima que diecisiete años después, en Montjuïc le haría un flaco favor). Ferrer no ceja en su empeño revolucionario y entra en la masonería y financia al anarquista que intenta asesinar al general Martínez Campos. En 1897 se traslada a Francia donde trabaja como profesor. La pedagogía irrumpe en su vida. Francisco es un intelectual laico, un pedagogo revolucionario, y tiene unas ideas muy claras.
Sus convicciones le hacen atractivo, y seduce a una de sus discípulas, una dama soltera y católica varios años mayor que él, Ernestina Meunier, quien le cede un sustancioso legado en pro de ‘la causa’. A su anticlericalismo se suma su solvencia económica.
Ferrer rompe su relación con Leopoldina y se empareja con la joven navarra Soledad Villafranca, su compañera hasta el fin de sus días.
En 1906 Mateo Morral atenta contra Alfonso XIII el día de su boda: el atentado se salda con 23 muertos y más de cien heridos. Mateo se suicida tras el suceso. Ferrer lo había empleado como bibliotecario en la Escuela Moderna. Se sabe que Mateo pretendía a Soledad, la amante de Ferrer, por lo que pudo tratarse pues de una reyerta amorosa.
Francisco es tachado de libertino: un matrimonio infortunado, tres parejas y fruto de tan libertinas relaciones matrimoniales y extraconyugales, un hijo bastardo. Mientras su vida privada se complica, los acontecimientos públicos se disparan: el lunes 18 de julio de 1909 estalla la tensión en Barcelona durante el embarque de soldados para la guerra de Marruecos. Aquel día Ferrer está en Barcelona por motivos profesionales, relacionados con la editorial que regenta y rápidamente se pone en contacto con líderes radicales al estallar la protesta. El miércoles va a Premià e intenta convencer al alcalde de que proclame la República.

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