jueves, 3 de diciembre de 2015

Gibert y Olivé





Gibert y Olivé, Agustín María 1852-1928

Natural de Tarragona, se formó en Paris con el doctor Latteux en el área de histología y microbiología, aunque es conocido fundamentalmente por sus trabajos de arqueología en su ciudad natal. por su obra "Tarragona prehistórica i protohistórica (1909)" De su afición a la  a la historia natural y en particular a la botánica, surgió un "Catálech de la Flora de la Ciutat de Tarragona y son terme".
El año 1891 recibió la medalla de oro, concedida por la Real Academia de  Medicina de Barcelona por su obra: "topografía médica de Vilaseca de Solcina" y además fue nombrado miembro de la Academia de buenas letras de Barcelona. 
El 29 de octubre de 1891 fue nombrado por unanimidad hijo adoptivo de la villa. 
Fue médico de Vila-seca desde 1891


Tarragona prehistórica i protohistórica (1909)" 
El autor de este libro es uno de los hombres de ciencia y uno de los escritores que más honran a Cataluña; sus obras, todas ellas personalisimas, fruto de profundos estudios y largas investigaciones, ya sobre la flora tarraconense ó higiene pública, ya relativas a puntos de la historia del país cosetano, le han valido las más elevadas distinciones por parte de las Academias y conquistado justo renombre entre naturalistas, médicos, arqueólogos o  historiadores. Su última producción, Ciutals focenses* del litoral cosetá, es una obra maestra de penetración y reconstitución histórica y geográfica, que solo muy raras eminencias hubieran podido abordar y solo muy contados prosistas hubieran podido escribir debidamente.
Se sabía por Tito Livio (historiador romano 59 ac 17 dc), Estrabon, Celso (filósofo griego S II), Lucio Floro ( historiador romano que vivió en Tarraco entre los siglos I y II)y sobre todo por Festo Avieno (poeta latino del siglo IV), que recogió todo lo que constaba acerca de
ello, la existencia en el litoral del golfo de Tarragona, al poniente de ésta, de dos ciudades
llamadas Callipolis y Salauris, y por Avieno también la de una tercera, Lábedontia, pero nadie había añadido el menor dato á las breves descripciones del autor del poema
«Orce maritimaoe». La falta de documentos era tanta que ningún arqueólogo había creído posible decir nada que arrojase mayor luz sobre aquellas antiguas colonias, de las cuales sólo quedaba vago recuerdo entre los eruditos. Los lentos y profundos cambios operados por la acción del tiempo, transformando la topografía del litoral, desorientaban las tentativas para señalar fijamente el lugar donde se levantaban aquellas ciudades marítimas; menester ha sido que apareciese un hombre del vastísimo saber y variados conocimientos del doctor Gibert para que, gracias á sus pacientes investigaciones, a la sagaz aplicación de los datos filológicos, geológicos y numismáticos de que era poseedor y a su admirable espíritu inductivo,pudiéramos formarnos completa y cabal noticia del origen, situación, carácter y motivos de la ruina de las tres ciudades, convertidas ya en escombros al comienzo de la invasión romana.
El señor Gibert establece con sólida argumentación la filiación fócense de las tres ciudades;
fueron sus fundadores, no aquellos griegos establecidos en la Foci» de la Galia,— la actual Marsella,—sino aquellos colonos de la Magna Grecia que después de vencer en las costas de Sicilia á tirrenos y cartagineses á últimos del siglo V, antes de Jesucristo, abordaron á las costas de España dejando como recuerdo de su paso un rastro de ciudades desde Paleopolis (arrabal de Ampurias) en el golfo de Rosas hasta Manaca, la actual Vélez Málaga.
Dueños estos focenses de la antigua colonia ródia de Emporión, fueron costeando hacia
Poniente, y tratarían sin duda de establecerse en Tarraco, como se habían establecido en la antedicha ciudad, pero ya que se vieran repelidos por los cosetanos, desde sus formidables muros, procuraron, de igual manera que lo hicieran antes en Paleopolis, instalarse en su vecindad, desde la cual pronto dejaron sentir su civilizadora influencia. Asi se deja ver en el aspecto griego que revisten las monedas de Cose; en los notables restos de mosaicos,esculturas, columnas,bronces y barros que se conservan en el Museo Arqueológico,procedentes de excavaciones extramuros de la ciudad; en la inapreciable amatista grabada del Hércules Musagetes  y la no menos admirable ágata en que está grabada la diosa Anariké (nombre hecho famoso por Víctor Hugo. Esta admirable obra de glíptica fue descubierta por los años de 1862 ó 1863, por José Dols, del Albi, que poseía verdaderas condiciones de zahori para tales hallazgos, á pesar de ser un adolescente El señor Dols no quiso desprenderse de la amatista a pesar de los muchos ofrecimientos que se le hicieron, entre ellos uno de parte del Infante don Sebastián. Hoy, por legado de Dols, pertenece la joya al señor Gibert.
Si la existencia de un arrabal fócense en Tarraco tiene todas las trazas de certeza, la
existencia de las tres ciudades griegas al Oeste de la metrópoli, es incontrovertible. 
Se hallaba ésta, según los descubrimientos hechos por el señor Gibert, en las actuales partidas del Más de Pons, Pineda y Castellet hasta Vilaseca, y si hoy se halla esta á algunos kilómetros del mar es por el acarreo de sedimentos debidos al Francolí y los numerosos,barrancos y rieras que desaguan en el mar, así como por el fenómeno del levantamiento secular del suelo terrestre, en unas partes, coincidiendo con su depresión en
otras, a manera del juego de una báscula. Así, por ejemplo, la Páleopolis en que se establecieron los focenses, frente A Ampurias, era un islote, que hoy se halla unido con el continente, y es más que probable que Callipolis estuviese emplazada también, sino en una isla, por lo menos en una península; así lo hace presumir la existencia, a tres kilómetros del mar, de ligeros yacimientos de kjakkenmoddingen ó amontonamientos de valvas de moluscos de mar, ésto demuestra, que pudo ser aquel paraje, una estación pescadora de la época neolítica; tambien han aparecido en dicho lugar otros objetos de la edad de la piedra pulimentada y se conserva hasta el día el nombre de una cuadra de Quart, que por poderosas razones puede referirse á la etimología griega de Kuar, caverna.
Como restos de Callipolis (Ciudad hermosa) quedan numerosos fragmentos de cerámica,
la tradición de la existencia de un templo de Hestia (Vesta) en la Pineda, robustecida por
el descubrimiento en dicha pintoresca partida, de fuertes y antiquísimos muros cubiertos
de pinturas al fresco y con evidente cimentación lacustre, reatos de cerámica, etc. Asimismo han aparecido en el emplazamiento señalado por el doctor Gibert á. la antigua Callípolis varias sepulturas prehistóricas, aunque desgraciadamente vacías de osamentas y objetos, y otras de mármol, así como numerosos vestigios de construcciones primitivas y focenses, diligentemente registrados por el autor durante el ejercicio de su profesión en Vilaseca y la Canonja, y con frecuencia exhuma la reja del arado delicados objetos.'en marfil ó vidrio y numerosas monedas ibéricas ó emporitanas, más que romanas, de todo lo cual puede deducirse, en conclusión, que Callipolis estaba emplazada, ó bien en una isla, o cuando no en una península rodeada de estanques ( existentes aún hoy ó bien colmados por la agricultura ) y habitada anteriormente por una raza neolítica.
Al Oeste de Callipolis, y fundada también á comienzos del siglo V ac se hallaba Salauris, a  dos kilómetros del mar, en término de Barenys, y por lo tanto en distinto emplazamiento del barrio de Salou, heredero de su nombre. Todo induce a creer que el mar, formando como un fiordo, penetraba tierra adentro. Restos de la civilización de Salauris son numerosas ruinas de muros, fragmentos arquitectónicos y escultóricos, mosaicos, columnas, estelas, urnas, tégulas, ánforas, monedas emporitanas, cosetanas y siracusatias, sepulcros de mármol, etc., restituidas ó la luz del día por los trabajos ferroviarios, que tanto han contribuido, tanto al progreso social, como al esclarecimiento del pasado, por coincidir, extrañamente, el trazado de las vías férreas con el de las antiguas vías romanas.
A 21 kilómetros, siempre hacia occidente de Salauris, y en el actual ingar del Hospitalet del Infant, se levantaba «Lebendontia», cuyo nombre recuerda el de la «Lebedos» jónica, hoy Lebeditzi-Chisar, situada en la margen derecha del «Oleum»,—el Ullastre,—y al pie de los bravios acantilados de «Vandellós», nombre que, como opina el doctor Gibert, bien podría derivar del antiguo «Mons Selus », y como en dialecto dórico «Sellus> equivale á «Delos>, de ahí que sea muy lógica la deducción de que existiera en dicho monte,— «la Mola», á 941 metros de altitud sobre el nivel del mar,—algún templo dedicado á Apolo Deliense, y que la misma palabra «Vandellós » pueda formarse del prepositivo latino «Van» (de «vannus», amero o zaranda) en sentido de purificador, y de «délos», griego, luz, sol, Apolo; en suma, lugar de un templo purificador, consagrado al dios de Délos. Asentábase Lebedontia sobre el mismo solar del actual Hospitalet, y los restos de las antiguas construcciones focenses sirvieron de «substratum» para las edificaciones subsistentes hoy en día y especialmente para el imponente castillo que en la soledad de la ribera levantó la Orden militar de Sant Jordi d'Alfama.
A uno y otro lado de la desembocadura del Ullastre,(de cauce hoy seco y pedregoso), pueden verse aún, en largo trecho, vestigios de la antigua Lebedontia. 
La erudición se trueca en epopeya, la historia en poema épico, el tardo buey de la cronología en alado Pegaso cuando la mente se remonta al lejanísimo pasado.
Llegaron á Cataluña las legiones de Escipión cuando ya Callipolis, Salauris y Labedontia
eran poco menos que un montón de ruinas, y, sin embargo, ruina» «íran ya, a la llegada
de los griegos, Histra, Sarna y Tiriche, tirrena». So!<) subsistía, formidable,
gloriosa y augusta, Tarraco; los focenses acabaron la destrucción de aquellos establecimientos pelásgicos eu espera del día en que acabasen con ellos las gentes de Cartago, impotentes contra Tarraco, y al llegar Escipión se confundieron en el seno de la implacable Libitina, Nyiactes y Callipolis, Histra y Salauris, Tiriche y Labedontia.
Se siente como un estremecimiento, ante tan formidable entrechoque de civilizaciones, al
acabar de leer el libro, demasiado corto, del doctor Gibert, y aquí es ocasión de decir algo
sobre su admirable prosa, suficiente por sí sola para probar la influencia helénica en aquella región incomparablemente bella en que tuvo la dicha de nacer. Gibert,un escritor extraordinariamente sugestivo. Cualquiera que lea el libro de que hablo se siente transportado a otro mundo y otros tiempos; con tal riqueza de lenguaje, absolutamente castizo, de la térra, sin mendigar nada a Francia ni a Castilla; es una fuente de caudal inagotable para el léxico catalán. Gibert es poeta, sin advertirlo, ni saberlo, y mucho menos proponérselo, y sus descripciones, por lo mismo que se refieren a lejanísimas épocas, tienen algo del encanto de los poemas homéricos; el amor a su tierra, entre página y página, repleta de tupida y condensada erudición, salen al paso encantadores pasajes, que producen la harmonía de las estrofas de Mistral, mas parecidas a rapsodias helénicas que a los escritos latinos: diríase que el catalán de Gibert deriva del griego de Herodoto; sopla sobre él la vivificante brisa del gregal.
Gibert ha escrito otro libro digno de sa profundo saber y de su clarísimo talento; el objeto no podía ser más heroico, valga la palabra: resucitar lo muerto y cien veces muerto, y lo ha logrado. Gallipolis, Salauris y Labedontia, vuelven á ocupar en la mente el sitio que ocupaban en la tierra cinco siglos antes de la Era Cristiana, y su resurgimiento  se nos presenta relatado con una viveza, un arte y un lenguaje que habrían de regocijar a aquellos, sí, por arte de encantamiento, llegaran á resucitar del polvo en que se convirtieron.
Mientras queden en Tarragona hombres como Gibert, está bien asegurada la sucesión
de la gloriosa estirpe de los Gimbernat y loa Virgili, Martí de Ardeña y los Hernández.

*Los focenses son por nacimiento originarios de (...) Fócide al pie del Parnaso, los cuales pasaron a Asia con los atenienses Filógenes y Damón. La región la tomaron de los de Cime no en guerra, sino en virtud de un acuerdo. Pero como los jonios no les recibieron en el Panjonio hasta que tomaron reyes de la raza de los Códridas, por eso aceptaron de los de Eritras de Teos a Deetes, a Periclo y a Abarto.3
Bibliografía
L'arbrat públic a la Ciutat de Tarragona
Catáleg de la Flora de la Ciutat de Tarragona y son terme
Ciutats focenses del litoral cosetá Barcelona, 1900.—Un tomo en 8." mayor con grabados.—Tipografía de L'Aveng.
Fauna ictiològica de Catalunya
Flora algològica marina de les aigües i costes occidentals de Catalunya
Noticias históricas del Fort Casal de Mas Calvó
Tarragona prehistòrica i protohistòrica Tipografia L'Avenç. Barcelona 1909 Primera Edicion. Català Pág: 263 19x14.
Temples pagans de la Tarragona romana Tipografia de Llorens i Cabré, 1916 - 122 páginas
Topografía médica de Vilaseca de Solcina Est. tip. Amat y Martínez 1891


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