El gran error de todas las organizaciones, basadas en ideologías tanto políticas como religiosas, es que se creen en posesión de la verdad y que su idea es la mejor para la convivencia en sociedad; sin embargo, ninguno de nosotros, ni siquiera el mejor, puede ofrecer verdades absolutas, pues no existen. Las ilusiones sólo cumplen su cometido cuando están inspiradas por el espíritu de la tolerancia y de la comprensión humana. Si no es así, todas las discusiones son infecundas y se pierde en ellas un tiempo que podría ser mejor empleado.
Cada uno de nosotros no es más que un ser humano y como tal expuesto al error. Todos aprendemos solamente por las experiencias. Por esta razón habría que examinar toda opinión y respetarla, mientras surja de una convicción honrada. El que se estima a sí mismo, estima también a los otros. Este debe de ser el fundamento natural de todas las relaciones humanas.
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